En la Unidad Educativa Municipal Quitumbe algo mágico ocurrió: 95 niñas y niños de primero de básica se convirtieron en superhéroes de la honestidad. No necesitaron volar, lanzar telarañas ni tener rayos láser. Su verdadero poder fue mucho más grande: decir la verdad, actuar con respeto y cuidar lo que es de todos. Ese poder llegó con juegos, risas y una misión muy especial: cuidar su escuela, su barrio y su ciudad, con la transparencia como emblema.

Cada pequeño recibió su kit “Honesto con mi ciudad”: una mochila, colores, un tomatodo y —lo más esperado— una capa de héroe o heroína. Y no fue cualquier regalo, sino un símbolo: un recordatorio de que incluso los más chiquitos pueden enseñarnos que ser honestos no es solo una opción... es el camino: “La honestidad no se enseña con discursos, se vive con el ejemplo”, señaló Rodrigo Cáceres, Presidente de Quito Honesto. Y tenía razón.

Cuando apareció el Oso Francisco, guardián de la honestidad, acompañado de Spiderman, los ojitos brillaron y los corazones entendieron algo importante: las pequeñas mentiras también pesan. Entre juegos y dinámicas, aprendieron que mentir, copiar tareas o esconder cosas pueden parecer actos pequeños, pero con el tiempo pueden crecer y transformarse en corrupción.

Por eso, cada gesto honesto cuenta, y desde hoy, estos niños y niñas llevan la capa y el compromiso de hacer de Quito una ciudad más honesta. Valentina, de solo 6 años, lo dijo mejor que nadie: “Hoy me puse mi capa y voy a cuidar mi escuela diciendo siempre la verdad.”

Esta actividad forma parte de la estrategia educativa de Quito Honesto, que busca sembrar en las nuevas generaciones la semilla de la integridad, la transparencia y el respeto por lo público. Porque los héroes de hoy no vienen de los cómics... vienen del aula, del recreo, del ejemplo. Una ciudad más honesta empieza por las manos limpias y los corazones grandes de sus ciudadanos más pequeños.